Chiavari-
Italia, 1917- Buenos Aires-Argentina, 1965
POEMA
NATURAL
Se
percibe tu gracia redonda de hemisferio
cuando
abre mi paloma sus alas y te cruza,
cuando
mi pez transpone la línea de tus ojos
y tus
dos meridianos en cruz se configuran.
Sube
un olor entonces de espontáneos salitres
mezclado
al residente olor de tu espesura
y una
voz desusada agota caracolas
de
bárbaro lenguaje mientras tu mar despunta.
Denúnciame,
denúnciame tu universo, tu gracias,
ese
poblado mundo que habita tu cintura
desde
el dulce y profundo milagro de tu ombligo.
Denúnciame
tu mundo, su elemento y su turba.
Denúnciame
tu pura geografía compacta
dilatando
de pronto su razón y su anchura
para
que la transiten mi pez y mi paloma
y una
bocina antigua la nombre y la difunda.
Tu
grave geografía partiendo de tu vientre
hacia
el sur de tus muslos y el norte de tu nuca
(de
“Cuerpo del canto” 1947)
LA LUZ
SE JUSTIFICA
La
luz, paloma familiar, corriente vuelo,
ave
palabra, ligerísima espuma del sentido,
gerundia
exactitud, talón desnudo,
perfil
preciso, mano de cinco dedos,
anatomía
irrevocable,
todo
eso es la luz bajo los biombos de la piel del hombre
que
tiene un blanco corazón de miga.
Y
excluida del hombre, blandiendo sus estambres,
sus
antorchas felices, su augusto panteísmo,
su
triángulo de espiga, de mazorca y de agua,
lustral,
candeal, hermana A, iniciadora y mansa,
Lama
antigua, milenio sobre milenio infusa,
la luz
puede invadir toda la sombra,
madurarla
en canicie poco a poco.
200
años de poesía argentina. Selección y prólogo de Jorge Monteleone, Editorial
Alfaguara, Buenos Aires, 2010
ELEGÍACA,
FINA
Afuera
hay un mundo de voz ordinaria
apenas
separado de mí por las persianas.
Adentro
hay un mundo de voz dolorida,
elegíaca,
fina.
Tengo
dos oídos para repartir entre uno y otro mundo;
pero
un sentimiento. Sólo uno.
Que
siga la bulla afuera, que siga la bulla burda.
¿Qué
le importa a mi oído? El sentido es una cosa estúpida.
¡Ah!
(pero en secreto): el oído a salvo
parece
un milagro.
CONTEMPLATIVA
El
mundo espectral. En torno llueve
y
siega el viento el cuerpo menudísimo
de las
gotas de agua.
Me
apuñala los ojos abstraídos
el
naranja veloz de los relámpagos.
¿La
misma lluvia miras? ¿La misma luz te hiere?
¿Sientes
el mismo frío?
Tiene
esta vida oscura
la
luminosidad del desvarío.
REFLEXIÓN
PARA UNA EDAD
Desde
el más absoluto silencio,
desde
un silencio de rama desnuda,
desde
un silencio de tronco caído,
desde
un musgoso silencio de piedra,
desde
un frío silencio de llovizna,
desde
un silencio de grietas desoladas,
desde
un silencio silenciosamente
sobrevenido
no se sabe cuándo,
aconteciendo
no se sabe cómo,
dado a
permanecer, dado a rodearnos,
a
intervenirnos hasta el esqueleto
por la
fina hendidura de los poros.
Desde
un silencio deshumanizado,
desde
un silencio atroz, nunca entrevisto,
se
podría decir desde un silencio
hecho
con la mordaza del silencio.
Desde
la supraesencia del silencio,
Llega
el invierno.
CORPUS
Ocurre
a veces mirar, en un tobillo
delgado
y trasparente, la rama de una vena,
la
sangre compulsada igual que nuestra sangre
expresando
lo íntimo de nuestro pensamiento.
Miramos
entonces, como por vez primera,
esa
revelación de lo nuestro
partiendo
de otro cuerpo.
Con la
misma viva, cálida temperatura
con
que avanzamos a través de los días,
avanzan
a semejanza nuestra,
desconocidos
hermanos
tenidos
por ajenos, separados,
suponiendo
lo extraño
donde
estaba lo propio.
Tú,
que mueves por la ciudad tu paso,
que
agitas caminando tus manos
–cinco,
diez dedos uniformes, copiados de los míos–
eres
tanto yo misma como yo soy tu mismo.
La
verdad es directa como la luz del sol
cayendo
sobre hombres y cosas,
Similar
es el paso, similar el aliento,
la
forma –plena forma ciñendo los sentidos–
también
es similar, de similar destino.
En lo
poroso de tu piel penetro y me penetras,
en lo
vital de tu sangre vives y me alimentas.
Mi
criatura, mi igual, espejo de mi tiempo
en mi
mismo dolor y con mi mismo anhelo.
De Mi
parábola (autobiografía)
Irma Peirano nació en Chiávari, Italia, en 1917, y murió en Buenos
Aires, donde vivió durante sus últimos años, en 1965. Publicó dos libros,
Cuerpo del canto (1947) y Dimensión de amor (1951), que recibieron cierto
reconocimiento en Rosario, su ciudad de residencia, y pasaron desapercibidos
para los críticos y académicos que establecieron el canon de lecturas de la
poesía argentina. En una cuidada edición, que incluye un dossier de
fotografías, la Editorial Municipal de Rosario reedita esos libros inhallables
y exhuma otros textos dispersos, igualmente olvidados.
La vida y la obra de Peirano parecen haber sido signadas por
relaciones de amor-odio con dos hombres.
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